martes, 21 de diciembre de 2010

Pascuas y Christmas

Nueva York es en estos días ciudad ocupadísima: es fiesta de ricos y de pobres, y de mayores y pequeños. Son días de finezas entre los amantes, de efusión entre los amigos, de regocijo, susto y esperanza en los niños. La madrecita pobre ha esperado a las pascuas para hacer a su hija el traje nuevo de invierno, con que saldrá el domingo pascual, como cabritillo en día de sol, a triscar por las calles populosas. ¡Rubíes hay de alto precio en las acaudaladas joyerías, más no vale ninguno lo que valen esas gotas de sangre que acoralan los dedos afanados de la madrecita buena! Los jefes de familia vuelven a sus casas sonriendo con malicia como que llevan ocultos en los amplios bolsillos del abrigo, los presentes para la esposa y los hijuelos. La abuela generosa vuelve toda azorada de las tiendas, porque no sabe cómo podrán entrar a la casa sin ser vistos de los vigilantes niños, los regalos misteriosos que vienen estrechos al que los carga. Los lucientes carros en que los grandes bazares envían a la vivienda de los compradores los objetos comprados, cruzan con estrépito y prisa las calles animadas, entre racimos de pequeñuelos concupiscentes que ven absortos y malhumorados aquellas riquezas que no son para ellos, o se agolpan a la verja de hierro, en torno de la madre que en vano los acalla, para ver bajar del carro bienvenido la caja de las maravillas. Ay, qué tristes los que ven pasar el carro. ¡Oh, qué aurora en los ojos de los que lo reciben! Conciértanse las vecinas para ir a las tiendas y elegir regalos; pone el empleado del mercader aparte la soldada de la semana, para comprar con ella presente lujoso a su prometida o amiga; dispone en su mesa el dueño de la casa los asientos de sus amigos más queridos; cuelgan los padres en las horas de la noche, por no ser vistos de los hijos candorosos, de bujías de colores y bolsillos de dulces y brillantes juguetes, el árbol de Christmas; recuentan de antemano las doncellas vanidosas cuántos galanes vendrán a saludarlas en las alegres pascuas y cuántos saludarán a su vecina. Doblan los periódicos sus páginas, y las acompañan de láminas hermosas, llenas de nevadas campiñas, de revoltosos venados, de barbudos viejos, de chimeneas abiertas, de calcetines próvidos, -los símbolos de Christmas. Aderezan los pastores el órgano sonoro de sus templos. Y dispónense a baile suntuoso los magnates de la Metrópoli, y los alegres, que son otros magnates. La alegría es collar de joyas, manto de rica púrpura, manojo de cascabeles. Y la tristeza -pálida viuda! Así son en Nueva York las pascuas de diciembre [...]





 
6 de enero de 1882
La Opinión Nacional

sábado, 13 de noviembre de 2010

Palabras del apóstol sobre las damas cubanas





Nuestra Cápsula Martiana de hoy la dedicamos a Reina Luisa, madre del mártir Orlando Zapata, y a todas las valerosas damas opositoras que a diario se enfrentan a la tiranía.
Delfín Leyva




De todas las penas de este mundo cura, y de todas las heridas del bien obrar, la estimación de los hombres verdaderamente buenos; pero con ella misma es incompleta la victoria cuando no mueve el corazón de la mujer.  El es la medicina: él es el milagro: él es el triunfo. Y Patria, que no es vana, pero vive de la fuerza de su gratitud, no tiene valor para esconder del público la nobilísima, la animosa, la conmovedora carta en que una amiga de pluma de seda cuenta a otra la tristeza de la lluvia del Norte, y la generosidad con que juzgan a Patria las damas cubanas.  ¡La vida es aún un torneo, y esta carta para el justador la banda hermosa!

La ingenua emoción y el patriotismo triste dan característica belleza al lenguaje literario y puro de esta carta.  Pero ni es dable a Patria agradecida decir aquí, porque no parezca paga o lisonja, el mérito de quien la celebra con la abundante bondad del alma rica, que puede dar mucho sin empobrecer; ni puede Patria dejar de advertir que las campañas de los pueblos sólo son débiles, cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer; pero cuando la mujer estremece y ayuda, cuando la mujer, tímida y quieta de su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño - la obra es invencible.




*Publicado en el periódico “Patria”, el 7 de mayo de 1892.

jueves, 28 de octubre de 2010

Reunión de los tres grandes en La Mejorana

Por: Delfín Leyva

José Martí se había reunido con el General Antonio Maceo y con el General Máximo Gómez en New York, en octubre del año 1884. La reunión se celebró para explicarle a Martí en qué consistía el “Plan Maceo y Gómez”, un nuevo intento para liberar al pueblo cubano del dominio español. Esta fue la primera vez que se reunieron y rápidamente se notaron las discrepancias de Martí con los dos, y era de esperarse si tomamos en consideración que ambos generales fueron dos caudillos de la Guerra de los Diez Años. Maceo participó en más de 800 combates, al terminar la guerra su cuerpo tenía 22 cicatrices. Gómez fue el máximo estratega de esa guerra y el jefe supremo de la misma. José Martí tenía sólo 15 años de edad cuando comenzó la Guerra de los Diez Años, y a los 17 fue condenado a seis años de prisión, razón por la que no participó ni conoció a los dos colosos de esta gesta.

Por su formación, ambos generales eran autoritarios y aspiraban a constituir un gobierno donde predominara el militarismo. Martí, hombre de letras, de pensamiento liberal, civil y que nunca había tenido un arma en sus manos, no podía estar de acuerdo con este tipo de gobierno y se lo hizo saber a ambos generales. Gómez le habló muy fuerte a Martí y este ripostó con valentía y se mantuvo en su posición. Al terminar la reunión, Maceo le dijo a Gómez: “Este hombre se fue disgustado con nosotros” y así fue, Martí no participó. Meses después, los generales desistieron, por diversas razones del plan.

Cuando José Martí decide comenzar los preparativos para el nuevo intento de liberar a Cuba, sale en busca de Maceo y Gómez, y después de visitar a la madre de Maceo y a éste, obtiene su apoyo. A Gómez lo encuentra en su país natal, República Dominicana, y también logra su endoso. Las rencillas se desvanecen y Martí se siente feliz porque sabe que sin el apoyo de estos dos titanes, no podrá tener éxito en su plan.

lunes, 12 de julio de 2010

A caballo y con el sol en la cara

En nuestra Cápsula Martiana de hoy damos paso a este interesante artículo del periodista independiente Julio César Gálvez.

“No habrá dolor, humillación, mortificación, contrariedad, crueldad que yo no acepte en servicio de mi patria”.

Frescas aún cuando cayó en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, estas palabras de José Martí, señalan en toda su dimensión, la grandeza de alma y pensamiento, y el amor por la tierra que vio nacer, al más universal de todos los cubanos.

Múltiples especialistas militares afirman que la pequeña batalla en Dos Ríos, que alcanzó significación por la muerte de Martí, no tuvo gran importancia desde la óptica estrictamente militar.

Las circunstancias en que ocurrieron los hechos son motivo de varias versiones que discrepan en algunos detalles, pero coinciden en los aspectos generales, fundamentalmente, en como ocurrió la muerte de José Martí.

Muchas y variadas son las opiniones de estudiosos, investigadores, escritores y demás- cada cual tratando de incluirlo en su bando de opinión y posición – sobre este cubano sencillo que persiguió con tesón hacer realidad el gran sueño de su vida: La independencia de Cuba.

El Martí que yo conocí o es el que quieren imponernos en la actualidad los medios masivos de información, tanto en Cuba como en el extranjero. Fue en mi hogar, desde pequeño, donde mis padres me hablaron de ese hombre amigo de los niños y de los pobres de la tierra, donde escuché en la voz de Hilda, mi madre, el bello poema Abdala.

En el mismo, el adolescente Martí define su posición política:

“El amor, madre a la Patria,
No es el amor ridículo a la tierra,
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas,
Es el odio invencible a quien la oprime,
Es el rencor eterno a quien la ataca.”

A su madre querida

En nuestra Cápsula Martiana de hoy damos paso a este interesante artículo de nuestra querida periodista independiente Aimée Cabrera.

*Foto del Apóstol en plena propaganda
revolucionaria en Key West, tomada del
Suplemento El Mundo, 28 de enero de 1953.

La Obra de José Martí es un compendio de versatilidad y amor. En todos sus trabajos se observa la veneración, el respeto, esa sana curiosidad de conocer y al unísono transmitir todo aquello que le pareciera hermoso, para que otros pudieran compartir, a través de los tiempos y las lejanías, todo ese legado que va desde lo más abstracto hasta lo más cotidiano.

Por eso sus cartas a sus familiares, amigos y colegas son también obras a la altura de sus versos, poemas, dramas o aforismos, sin contar cuanto os deleitamos con su labor periodística y sus discursos u opiniones, que todos en su momento agradecieron por su gran talento fuera de época, y recopilaron para la posteridad.

No tenemos más que releer sus poemas y cartas a su querida madre, para la que siempre tuvo un trato cortés y respetuoso, a sabiendas de que su sinceridad, en cuanto a sus ansias de libertad e independencia de su patria, provocaban cierto enojo en ella.

Él sabía que su madre lo amaba de manera entrañable, y que a pesar de no compartir ambos disímiles puntos de vistas, había una complicidad que aún emana, tan solo al leer las misivas de quien se consideraba “suyo”, siendo ya esposo, padre, intelectual y patriota.

La histórica recopilación de Las Obras Completas de José Martí, Edición Conmemorativa del Centenario de su Natalicio, Editorial Lex, La Habana Cuba, 1953, en su Volumen II, recoge en su Epistolario Familiar, unas cartas que el Apóstol escribió, donde aparecen 5 enviadas a su madre entre los años 1861 al 1895. La última es corta pero resume su amor a Doña Leonor y a sus hermanas, el cual nunca estuvo por debajo de sus principios independentistas.

Presidio Político de José Martí

El escritor René Armando Leyva, en su libro “Trayectoria de Martí”, nos explica en el capítulo “El Presidio Político”, como fue condenado Martí a 6 años de prisión, teniendo solamente 17 años de edad.

Delfín Leyva


El Colegio de Mendive ha cerrado sus puertas por orden de las autoridades y el padre de Martí, alarmado por el poema revolucionario de su hijo, le prohíbe asistir al Instituto. La familia se ha trasladado a Guanabacoa. La actividad de Martí se reduce a visitar cada noche la casa de su amigo Fermín Valdés Domínguez, donde ambos reciben clases de francés. Poco después trabaja en el despacho de don Cristóbal Madan.

El momento de la primera prueba se acerca. Los voluntarios españoles, que desfilan una tarde frente a la casa de Valdés Domínguez, se creen objeto de la burla de los jóvenes Eusebio Valdés Domínguez, el profesor de francés Atanasio Fortier y su amigo Sellen. Se los llevan presos y poco después a Fermín, que llega a la casa. Realizan un registro y hallan una carta dirigida a Carlos de Castro y Castro, que firman a la par José Martí y Fermín Valdés Domínguez.

Decía la carta:

“Compañero: ¿has soñado tú alguna vez con la gloria de los apóstatas? ¿Sabes tú como se castigaba en la antigüedad la apostasía? Esperamos que un discípulo del señor Rafael María Mendive no ha de dejar sin contestación esta carta.”

Cartas de Martí


Nuestro apóstol escribió miles de cartas. He leído algunas de ellas. Siempre he admirado sus características que son notables, entre ellas, su sinceridad, su sabiduría al exponer sus ideas, sus frases y pensamientos son geniales y ese toque afectuoso que usa frecuentemente al comenzar o en las despedidas, son a mi juicio muy originales y elocuentes.

Hoy publicamos una de las muchas cartas que le escribió a Manuel Mercado, su entrañable amigo, a quien llamaba hermano querido.

Delfín Leyva

A Manuel Mercado

Nueva York
13 de septiembre de 1888



Hermano querido:

La carta, y unas líneas, para darle gracias por los dos sabrosísimos libros, aunque no debía dárselas, porque vinieron sin carta suya. Pero ahora no quiero hablarle de ellos, sino de que me los leí en pocas horas, con verdadero deleite, de que el domingo, con más libertad, le daré cuenta. Me enoja no tener donde escribir todo lo que pienso. Lo que pudiera valer algo por el mérito del asunto, se queda sin decir, y todo se va en esta faena de noria. No me quejo; pero tiene su poco de robo. Ni dejaría mis ocupaciones de hoy que me son gratas, si tuviera además espacio y ocasión para hacer cosas mayores. ¡Para algo maduran las frutas! -y Vd. es Secretario de Gobierno, para que no le robe yo el tiempo, que es de la nación. Lo mejor del libro de Gustavo es su carácter, retratado en las dos páginas finales. En el de Puga, muy atendible, sobra un poco de injusticia de una parte, y una quintilla de otra. ¡Todo fuera como Vd., a quien nada sobra, a no ser el cariño, ni falta, a no ser que todo el mundo conozca su excelencia!

Un abrazo de su h.
J.M.

Martí, cronista deportivo


Hace muchos años, un amigo me dijo: “Por más que leo a Martí, nunca termino de conocerlo, frecuentemente conozco más facetas en su vida”. Algunos lectores pensarán así al ver lo escrito por el ya fallecido profesor y escritor cubano Roberto Agramonte, en el libro Las doctrinas educativas y políticas de Martí.
Delfín Leyva

La gimnasia y el espíritu, la esgrima

Martí no sólo aboga por la educación intelectual, sino también por la física; y considera el gimnasio como “fábrica mágica, que es en verdad fábrica de vida”. He aquí un concepto que coincide con el de la gimnasia yogui; pues según los milenarios médicos e higienistas hindúes, el cuerpo es el templo del alma. Y hay que cuidarlo ejercitándolo -en virtud del Hatha Yoga- hasta en sus más finas y recónditas fibras; y su sanidad o insanidad física repercute lógicamente en lo mental. Martí, en efecto, sostiene que “el ejército físico desarrolla la abnegación, el dominio de sí y la serenidad en las desgracias” (Lex, II, 539). Cree a este tenor también que la esgrima ejerce un poder mental disciplinante, pues “aumenta y ordena las facultades del hombre” (14-114). Acaso el joven Pepe -que alguna vez envió, así al general Collazo, su justa esquela de desafío- recibió clases de esgrima; y alguna vez cita con familiaridad -aunque lo aplica en forma de imágenes- a la esgrima en el careo de juicios orales -floretes relucientes, “estoques de oro”, “el alma áurea” (27-197). En efecto, en la reseña del proceso Guiteau, de ese magnicida, se lee: “latiguea el arma de Scoville como estoque de oro o estoque de plomo. Mas no ceja el humilde estoquillo, y se tiene firme en la mano provinciana, y estremece en su puño el arma áurea: ¡qué no pudiera yo haceros ver el hermoso combate!” (27-197).

Martí cronista de deportes

Nada más justo y sagaz puede decirse de esa mutua acción -a través del ejercicio físico- entre cuerpo y espíritu. Por otra parte, en abril de 1882, nuestro escritor habla de la última apuesta de los caminadores de Nueva York. Otras veces habla del baile, y así informa cómo Franz Hilmar introdujo la polka entre los modernos divertimientos sociales en Praga (S.C. 62). Y en Escenas Norteamericanas describe importantes contiendas de boxeo, y habla del famoso jockey Johnny Murphy (Lex, II, 527). Y, en efecto, Martí fue cronista del deporte de los púgiles. En “Cartas de Nueva York”, de 17 de febrero de 1882, describe nuestro cronista de boxeo -nueva faz del polifásico criollo- una pelea de premio entre Ryan, gigante de Troya en arreos blancos, y el mozo de Boston, con apuestas por más de $300,000. Refiere cómo un Mc Coy mató en el combate de puños -digamos que en ese tiempo los guantes no estaban acolchonados como hoy- a un Chris Lilly; y se refiere a cuando Hyer venció a Sullivan -sobrenombre, digamos, de John Lawrence (1858-1918), el campeón norteamericano; y “en la pelea de huracán se encendieron luminarias en Park Row”, y se puso este cartel: “Tom Hyer, campeón de América”. Y refiere cómo Jones al pelear con Mc Cooli recibió un irreparable golpe en la frente.

Martí, ¿militar?


Algunos amigos latinoamericanos, fieles lectores de estas Cápsulas Martianas me han preguntado: ¿cómo es posible que un periodista, escritor, poeta, catedrático, cónsul, literato, economista, abogado, hombre de gran educación, intelectual y fiel defensor de los derechos humanos y civiles pudo llegar a ser un militar para liberar a Cuba de los españoles?

En realidad Martí no fue militar, pero su gran amor por la patria lo obligó a convertirse en soldado por 38 días.

Veamos los hechos:

El 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes proclamó la independencia de Cuba, comenzando así lo que se conocería como la Guerra de los Diez Años. Esta guerra terminó en 1878 sin conseguirse el triunfo esperado, después de 10 años de sangrientos combates donde, entre otros muchos más, se destacó el general Antonio Maceo, quien participó en 800 combates, al terminar la guerra su cuerpo tenía 22 cicatrices, y el dominicano, generalísimo Máximo Gómez, quien fue el más destacado estratega de esta guerra y el jefe supremo de la misma.

En 1879 estalla la guerra chiquita, dirigida por el holguinero, general Calixto García, la cual fue de poca duración.

Los generales y soldados de la Guerra de los Diez Años siguieron conspirando durante varios años, tratando de organizar nuevamente la guerra, pero no lograron obtener el respaldo necesario para enfrentarse al poderoso ejército español.

En 1884, Maceo y Gómez comienzan a organizar lo que llaman el “plan Gómez y Maceo”. Por primera vez se entrevistan con José Martí, en octubre de 1884 en Nueva York. Después de un intercambio de ideas, Martí percibe que está ante dos hombres muy honestos y patriotas, pero por sus condiciones de militares los encuentra autoritarios. La reunión se prolonga y comienzan las discrepancias y es lógico, se trata de dos caudillos de la Guerra de los Diez Años y de un hombre civil que ni siquiera había tenido un arma en su poder. Ante palabras fuertes del general Gómez, Martí se disgusta. La reunión termina armoniosamente, pero al Martí despedirse, Maceo le dice a Gómez: Este hombre, general, va disgustado con nosotros.

Martí y su concepción de la sociedad


Roberto D. Agramonte (Q.E.P.D.), en su extraordinaria obra: Martí y su concepción de la sociedad, nos obsequia estas interesantes notas.

Reuniones religiosas y congresos

Prosigue Martí disertando acerca del valor de la sociabilidad en toda clase de reuniones -esta vez en los Estados Unidos, país de la libertad religiosa y de otras libertades. Así en Nueva York, durante el verano, las hay de diverso carácter: “Surgen las convenciones de filósofos y reverendos, los congresos a la sombra de los árboles, las juntas en aldehuelas pintorescas de asociaciones científicas y morales, las asambleas acá ordenadas y prudentes de los trabajadores vigilantes y desocupados, y esos populosos campamentos de oración, en que sesenta mil seres humanos doblan a veces, como los galos de Velleda ante los dólmenes, en medio de la selva carpada de cánticos, las pecadoras y trémulas rodillas”.

La sociabilidad en las comidas.
Comidas célebres.

El fino sociólogo que Martí era precisa el valor de la sociabilidad para las relaciones humanas, en esta forma: “Es buen uso que conserva la amistad, refina los caracteres, y da a los hombres ocasión de conocerse y estimarse, el uso de reunirse de vez en cuando, en torno a una mesa artísticamente servida, y más cargada de arte que de vinos, ya para conmemorar hechos gloriosos, ya para recordar gozos de la niñez, ya para tener ocasión, con un pretexto más o menos grave, para ponerse en periódico contacto. La inteligencia gana en esto, porque en esas comidas, donde se va más que a comer, a conversar, se estimulan los ingenios, que se encienden con la réplica cortés y chispeante; y se traban y aprietan cariños que nos hacen buena falta en tiempos en que andan los hombres tan esquivos y henchidos de rencor. Así ha solido verse que, sólo por haber sido frecuentes compañeros de mesa, un caudillo vencedor ha salvado la vida de otro en un conflicto sangriento y en horas de triunfo, en que nos hace falta la voz de un amigo sincero para sacarnos del malestar que produce una victoria estruendosa, recibimos una misiva del tierno compañero, que está lejos, y se regocija con nuestra gloria; o bien en horas de desmayo, cuando nuestros errores o los ajenos nos traen tristes, la voz consoladora del amigo viejo viene a darnos de nuevo gusto por la vida”.

Visita de José Martí al General Máximo Gómez

José Martí visita a Máximo Gómez para integrar al general, quien había participado en la Guerra de los Diez Años, al plan insurreccional del Partido Revolucionario Cubano y ofrecerle la jefatura suprema de la guerra. Máximo Gómez, con gran caballerosidad, acepta el reto y Martí sale muy contento de la ciudad al saber que este acuerdo aseguraba el éxito del comienzo de la guerra que liberaría a Cuba de España.

Delfín Leyva


Santiago de los Caballeros, República Dominicana


Cargada de años y de historia patria, conserva Santiago de los Caballeros, apenas desbastado por el paso ruidoso del progreso urbano, un gran estilo de vida. Santiago aventaja a la capital en señorío; es la más tradicionalista de las poblaciones dominicanas.

No lejos de su iglesia parroquial mayor, a pocos pasos del lugar donde estableciera su sede el gobierno de la Restauración, había hasta 1899 una modesta construcción de rústica madera y techado de yaguas, que todos dieron en llamar la “Casa de Cuba”, y no sin razón, ya que allí habitaba un patriota cabal, Don Nicolás Ramírez, y solían reunirse los que trabajaban por la independencia de esta tierra. Bien podían hacerlo sin reserva ni ambajes, porque el hogar del boticario Ramírez era respetado por todos los santiagueros.

Tenía la casa el frente por la calle de Las Rosas y un anexo por la de Amargura; entre ambas alas, un patio recoleto, y al centro, un tamarindo frondoso y acogedor. Los más viejos testigos recuerdan los nombres de los vecinos que a la sombra de aquel árbol se reunían; eran emigrados y desterrados cubanos: Pedro Dobal, Raúl Font Sterling, Juan Justo Osorio, José Navarrete, Manuel y Andrés Boitel, Miguel Sandres, José Antonio Mercader, Arturo Díaz, Miguel Portuondo, Virgilio Barranco, Rafael y Nicolás Vega y otros.

Martí patriota



En nuestra Cápsula Martiana de hoy presentamos un interesante artículo del conocido escritor cubano Carlos Ripoll, publicado en el portal www.patriademarti.com.

Difícil es encontrar entre los grandes hombres de todos los tiempos un amor a la patria tan precoz y persistente como el de José Martí. En enero de 1869, a los quince años, a poco de iniciarse la Guerra Grande, su patriotismo encuentra cauce en los géneros que ha de preferir el escritor: la poesía, el teatro, el ensayo, el género epistolar y la oratoria: en una hoja de los estudiantes del Instituto publica su soneto ''10 de octubre'': Gracias a Dios que ¡al fin con entereza / Rompe Cuba el dogal que la oprimía / Y altiva y libre yergue su cabeza!

En el teatro, también en los mismos días, da los primeros pasos con Abdala, el poema dramático que elogia la conducta del guerrero que va a morir por la patria; al héroe le pregunta la madre afligida: ¿Y es más grande ese amor que el que despierta / En tu pecho tu madre?, y Abdala, ya listo para redimir su tierra del ''vil tirano'', le responde: ¿Acaso crees / Que hay algo más sublime que la patria?

A los niños que lean “La Edad de Oro”


En esta oportunidad presentamos a nuestros lectores la introducción que escribió José Martí al comenzar a editar "La Edad de Oro".

Es admirable como un hombre que tenía que traducir libros, para su sustento, escribir artículos para distintos periódicos, ofrecer conferencias, reuniones patrióticas y organizar lo que llamó la Guerra Santa, dedicaba tiempo para escribirle a los niños. Observemos con el cariño y la ternura que lo hacía.
Delfín Leyva


Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace para caballero, y la niña nace para madre. Este periódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres. Todo lo que quieran saber les vamos a decir, y de modo que lo entiendan bien, con palabras claras y con láminas finas. Les vamos a decir cómo está hecho el mundo: les vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora.

Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan como se vivía antes, y se vive hoy, en América, y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra, y qué quiere decir cada color; para que el niño conozca los libros famosos donde se cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos. Les hablaremos de todo lo que se hace en los talleres, donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia, y son magia de verdad, más linda que la otra: y les diremos lo que se sabe del cielo, y de lo hondo del mar y de la tierra; y les contaremos cuentos de risa y novelas de niños, para cuando hayan estudiado mucho, o jugado mucho, y quieran descansar. Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos quieran, y nos vean como cosa de su corazón.

Martí en New York


En esta cápsula martiana reseñamos la impresión de nuestro apóstol al visitar New York. Como podrá observar el lector, Martí fue muy elocuente en esta narración.

“Nunca sentí sorpresa en ningún país del mundo que visité. Aquí quedé sorprendido. A mi llegada, en uno de estos días de verano, cuando las caras de los apresurados hombres de negocios eran a la vez fuentes y volcanes; cuando, maleta en mano, abierto el chaleco, la corbata deshecha, vi a los diligentes neoyorquinos corriendo de aquí para allá, ora comprando, ora vendiendo, sudando, trabajando, medrando; cuando noté que nadie permanecía estacionado en las esquinas, ninguna puerta se mantenía cerrada un momento, ningún hombre estaba quieto, me detuve, miré respetuosamente a este pueblo, y dije adiós para siempre a aquella perezosa vida y poética inutilidad de nuestros países europeos.

[...] Estoy hondamente reconocido en este país, donde los que carecen de amigos encuentran siempre uno, y los que buscan honestamente trabajo encuentran siempre una mano generosa. Una buena idea siempre halla aquí terreno propicio, benigno, agradecido. Hay que ser inteligente; eso es todo. Dése algo útil y se tendrá todo lo que se quiera. Las puertas están cerradas para los torpes y perezosos; la vida está asegurada para los fieles a la ley del trabajo.

[...] ¿Qué más puedo decir a la primera mirada? Guardo todas mis impresiones vívidamente despiertas. El tropel de Broadway; la quietud de las tardes; el carácter de los hombres; el más curioso y digno de nota de las mujeres; la vida del hotel, que nunca será comprendida por nosotros; aquella joven soñadora, más fuerte física y mentalmente que el hombre joven que la corteja; aquel anciano caballero, lleno de prudencia y capacidad que escribe en un sobrio lenguaje para un ciento de periódicos; esta vida enfebrecida; este asombroso movimiento; este espléndido pueblo enfermo, de un lado maravillosamente extendido, del otro, -el de los placeres intelectuales- pueril y pobre; este colosal gigante candoroso y crédulo; estas mujeres, demasiado ricamente vestidas para ser felices; estos hombres, demasiado entregados a los asuntos del bolsillo, con notable dejación de los asuntos espirituales...

viernes, 9 de julio de 2010

Martí en Guatemala


La presencia de José Martí en los pueblos que visitó siempre se hizo notar positivamente. No era frecuente ver un orador tan genial que demostraba un extraordinario dominio de cualquier tema al que se refería. Causaba también asombro para cualquier auditorio ver a un extranjero expresarse con tanto conocimiento de un país al, cual nunca había visitado.

A continuación distintos aspectos y comentarios de la visita del apóstol a Guatemala en el año 1877.

“Aquí en Guatemala, le tuvimos por el año de 1877; vino, subió a la cátedra, y desde allí se puso a derramar luz; pero como esa luz venía de un apóstol de la libertad, no faltaron labios conservadores que trataran de satirizar al maestro ilustre, buscando un apodo en lo que precisamente constituía uno de los méritos de su elocuencia. Y lo bautizaron en su pila de malos nombres con el de Doctor Torrente.”

Rafael Spínola


“Ocupa la tribuna el joven cubano José Martí, que lleva la toga del foro español adquirida en el ostracismo. Bajo esa toga, desde que pronuncia las primeras palabras, se descubre una túnica ciceroniana. Su fisonomía es correcta y expresiva, su frente alta, su palabra fácil y armoniosa, y su actitud oratoria. Oigámosle. Se empeña en probar la influencia de la tribuna. Pero, ¿para qué tanto esfuerzo? ¿No basta verle en ella algunos momentos para convencerse, para sentir con él la veracidad de su tesis?

Encuentro de Rubén Darío y José Martí

El excelente poeta nicaragüense, Rubén Darío, nos narra como conoció a José Martí.

“Me hospedé en un hotel español, llamado el hotel América, y de allí se esparció en la colonia hispanoamericana de la imperial ciudad la noticia de mi llegada. Fue el primero en visitarme un joven cubano, verboso y cordial, de tupidos cabellos negros, ojos vivos y penetrantes y trato caballeroso y comunicativo. Se llamaba Gonzalo de Quesada, y es hoy ministro de Cuba en Berlín. Su larga actuación panamericana es harto conocida. Me dijo que la colonia cubana me preparaba un banquete que se verificaría en casa del famoso restaurateur Martín, y que el “Maestro” deseaba verme cuanto antes. El Maestro era José Martí, que se encontraba en esos momentos en lo más arduo de su labor revolucionaria. Agregó asimismo Gonzalo, que Martí me esperaba esa noche en Harmand Hall, en donde tenía que pronunciar un discurso ante una asamblea de cubanos, para que fuéramos a verle juntos. Yo admiraba altamente el vigor general de aquel escritor único, a quien había conocido por aquellas formidables y líricas correspondencias que enviaba a diarios hispanoamericanos, como La Opinión Nacional, de Caracas, El Partido Liberal, de México, y, sobre todo, La Nación, de Buenos Aires. Escribía una prosa profusa, llena de vitalidad y de color, de plasticidad y de música. Se transparentaba el cultivo de los clásicos españoles y el conocimiento de todas las literaturas antiguas y modernas; y, sobre todo, el espíritu de un alto y maravilloso poeta. Fui puntual a la cita, y en los comienzos de la noche entraba en compañía de Gonzalo de Quesada por una de las puertas laterales del edificio en donde debía hablar el gran combatiente. Pasamos por un pasadizo sombrío; y, de pronto, en un cuarto lleno de luz, me encontré entre los brazos de un hombre pequeño de cuerpo, rostro de iluminado, voz dulce y dominadora al mismo tiempo y que me decía esta única palabra: “¡Hijo!”.

[...] Nunca he encontrado, ni en Castelar mismo, un conversador tan admirable. Era armonioso y familiar, dotado de una prodigiosa memoria, y ágil y pronto para la cita, para la reminiscencia, para el dato, para la imagen. Pasé con él momentos inolvidables, luego me despedí. Él tenía que partir esta misma noche para Tampa, con objeto de arreglar no sé qué preciosas disposiciones de organización. No le volví a ver más.

Rubén Darío
New York
(Revista Poesía)

Martí como orador

En nuestra Cápsula Martiana de hoy veremos a nuestro apóstol como orador. Martí dijo: “Los oradores deben ser como los faros: visibles a muy larga distancia”.

El 21 de enero de 1881, Martí habló ante un auditorio muy especial: el Club de Comercio en Caracas, Venezuela, conquistando como siempre al auditorio. Un joven presente, queriendo dejar constancia de su emoción escribió entre otras frases ésta que me parece muy elocuente: “Martí no era un hombre, era un genio viviente de la inspiración”.

Se convirtió en muy frecuente que jóvenes en Venezuela, México, Guatemala y otros países le pidieran al apóstol les ofreciera clases de oratoria.

El general Máximo Gómez, dominicano que lo acompañó en la última guerra por la libertad de Cuba, lo llamó: “El mago de la palabra”.

Veamos ahora a un conocido intelectual guatemalteco como se expresa de Martí como orador:

“Su palabra más bien; porque Martí fue ante todo un orador. La verbosidad seductora de su plática se volvía grandiosa elocuencia en la tribuna. No conozco en toda la América un orador de su talla; ni creo pueda olvidarla jamás quien haya oído uno de sus maravillosos discursos. Aquel joven afable, modesto, que

Carta de la madre de Martí

Carta de la madre de Martí a su hijo,
quien residía en New York



Un día como hoy, 28 de enero, hace 156 años, nació José Martí. Celebrando su natalicio hemos querido publicar esta hermosa carta de la madre del apóstol, Leonor Pérez, donde muestra el gran amor que sentía por su querido hijo y la preocupación por su futuro.

En esta carta Doña Leonor aconseja a su hijo y le expresa algunas verdades. Donde se equivocó es donde dice: “No hay uno solo que te lo sepa agradecer”.

Millones de personas en el mundo admiran su obra literaria y lo reconocen como uno de los hombres más destacados en el mundo hispano y los cubanos lo idolatramos y lo consideramos el más grande de todos los cubanos.





Habana, 19 de agosto [1881]



Hijo mío:

No hay mal que por bien no venga, dice un refrán y yo creo que este viaje te servirá de mucho para ser algo más indulgente pues habrás conocido que en todas partes los hombres son iguales, hay buenos y malos y que con todas formas de gobiernos hay descontentos, y te acordarás de lo que desde niño te estoy diciendo, que todo el que se mete a redentor sale crucificado, y que los peores enemigos son los de su misma raza, y te lo vuelvo a decir, mientras tú no puedas alejarte de todo lo que sea política y periodismo, no tendrás un día de tranquilidad, y yo no viviré tal vez lo suficiente para tener el gusto de verle tranquilo vivir sólo del trabajo de tus asuntos nada más, pues por mucha fortaleza que tengas ha de quebrantar tu salud la vida tan agitada que llevas hace tiempo.

Anécdotas sobre el apóstol


El periodista y político español, Julio Burell (1859-1921),
nos cuenta sobre una conversación que tuvo con nuestro apóstol.


–¿Usted es cubano? –le pregunté una noche.
–Cubano, sí señor.

Y hablamos de la guerra, en aquellos días terminada por la Paz del Zanjón. Enredadas las palabras, fueron saliendo de los pensamientos. Su expresión era pausada, débil la voz; los ojos de mirar tranquilo y profundo. Sin levantar la voz, pero muy brillantes los ojos, díjome con firmeza.

–Sí, soy separatista.

Y me habló de su alma española; de sus gustos españoles; de su amor por aquellos libros que en la destartalada biblioteca infundían en su espíritu el espíritu de España.

–“Pero España está aquí y España no está en Cuba. Allí, yo que entre ustedes soy un igual, un compañero y un amigo, no seré sino un extranjero; viviré en tutela, sometido, sospechado, con todas las puertas cerradas a mi derecho si pido justicia, a mi ambición, si legítimamente quiero ser ambicioso.”

Quien así me hablaba llamábase José Martí; y pasó por el Ateneo sin dejar recuerdos ni huellas. [...] Aquel muchacho endeble y obscuro, que, hablando en voz baja, con la mirada intensa y brillante, exclama en los pasillos del Ateneo “¡Soy separatista!” representa para España un ejército de doscientos mil hombres destrozado, dos escuadras destruidas, dos mil millones arrojados a los cuatro vientos, la pérdida de un imperio colonial, el cruento calvario del Tratado de París; todo lo que hoy nos llega al alma; todo lo que ya lloramos como catástrofe; todo lo que ya gemimos como vergüenza...

Virtudes de José Martí

El genial poeta nicaragüense, Rubén Darío, publicó un histórico artículo donde exaltó las virtudes de nuestro apóstol Martí.

He aquí unos párrafos del escrito publicado por primera vez en el diario La Nación de Buenos Aires.

“Era Martí de temperamento nervioso, delgado, de ojos vivaces y bondadosos. Su palabra suave y delicada en el trato familiar, cambiaba su raso y blandura en la tribuna, por los violentos cobres oratorios. Era orador, y orador de grande influencia. Arrastraba muchedumbres. Su vida fue un combate. Era blandílocuo y cortesísimo con las damas; las cubanas de Nueva York teníanle en justo aprecio y cariño, y una sociedad femenina había que llevaba su nombre.

Su cultura era proverbial, su honra intacta y cristalina; quien se acercó a él se retiró queriéndole.

Y era poeta; y hacía versos.

Sí; aquel prosista que, siempre fiel a la Castalia clásica, se abrevó en ella todos los días, al propio tiempo que por su constante comunión con todo lo moderno y su saber universal y políglota, formaba su manera especial y peculiarísima, mezclando en su estilo a Saavedra Fajardo con Gautier, con Goncourt - con el que gustéis, pues todo tiene -; usando a la continua de hipérbaton inglés, lanzando a escapes sus cuadrigas de metáforas, retorciendo sus espirales de figuras; pintando ya con minucia de pre-rafaelista las más pequeñas hojas del paisaje, ya a manchas, a pinceladas súbitas, a golpes de espátula, dando vida a las figuras; aquel fuerte cazador hacía versos, y casi siempre versos pequeñitos, versos sencillos - ¿no se llamaba así un librito de ellos? -, versos de tristezas patrióticas, de duelos de amor, ricos de rima o armonizados siempre contacto; una primera y rara colección está dedicada a un hijo a quien adoró y a quien perdió por siempre: Ismaelillo.

¿Cómo era Martí?

Martí era de estatura mediana. Sus hermosos ojos castaños poseían esa vaguedad soñadora que muchas veces refleja el verdadero temperamento poético, aunque bajo el latigazo de la emoción ardían en llamas. Sus manos eran largas y estrechas, inquietas y delicadamente modeladas. Habitualmente vestía de negro, llevando de corbata un lazo delgado de seda negra; difícilmente podía comprarse ropa nueva, y la usaba muchas veces, estaba brillosa, pero jamás nadie vio sobre ellas una mancha, porque era un hombre de escrupulosa limpieza.

Horatio S. Rubens
(1869-1941)
Abogado y hombre de
negocios norteamericano

Martí: Traductor

De nuestro apóstol se ha escrito mucho sobre sus dotes de poeta, escritor, periodista, orador y patriota. Sin embargo, poco se ha dicho que fue un gran traductor profesional del siglo XIX. Tal vez no sería lo más que le gustaba hacer, pero si era posiblemente lo que debía hacer para recibir la remuneración económica que necesitaba para vivir, mantener su familia y poderle dedicar las muchas horas que ofrecía voluntariamente a la causa de la liberación de Cuba.

Así escribía y actuaba Martí

En el periódico "Patria" de New York, el 30 de abril de 1895, escribió Martí: "¿Quiere saberse cuál es el alma cubana...? Hay allá en un rincón de la Florida que en manos del Norte pasó de villorrio y en la de los cubanos, se ha hecho una ciudad, una anciana de buena casa y de lo más puro de Las Villas, que perdió en la guerra su gente y su hogar. Un ápice le queda de su holgura de otros días. Su cuarto pulcro revela aún, con sus paredes blancas y su vaso de flores, la vida cómoda de tiempo pasado. Por la mañanita fría, con los primeros artesanos, sale a las calles, arrebujada en su mantón, la anciana Carolina, camino de su taller y sube la escalinata de la entrada y se sienta hasta que oscurece, a la mesa de su trabajo. Y cuando cobra la semana la infeliz, porque poca labor pueden ya hacer manos de setenta años, pone en un sobre unos pesos para un cubano que está enfermo en Ceuta y otros en otro sobre, para el cubano que tiene en la cárcel de Cuba sin razón y en el otro sobre que le queda pone dos pesos más y se los manda al Club Cubanacán porque le parece cubano y muy bueno el Presidente de ese Club y porque ese, Cubanacán, es el nombre que llevó ella cuando la guerra. Con ojos de centinela y entrañas de madre vigila la cubana de setenta años por la libertad; adivina sus enemigos, sabe dónde están todos los cubanos que sufren, sale a trabajar para ellos, en la mañanita fría, arrebujada en manta de lana... ¡Esa es el alma de Cuba!

Martí y el socialismo

A finales del año 1993, llegó a Puerto Rico un grupo de cubanos que venían de Santo Domingo en una yola. En ese momento ya habíamos recibido, con la ayuda de varios compatriotas, a más de mil cubanos que arriesgaban sus vidas por llegar a territorio americano. Entre ellos vino un espigado joven, de unos 25 años, quien al ver una foto de Martí en mi oficina me preguntó: “¿Cómo tienes una foto de un comunista en tu oficina?” Ya me había encontrado con situaciones similares y les explicaba que el gobierno comunista de Castro había distorsionado el pensamiento martiano, pero este joven era más inquisitivo y me dijo: “Pero si Martí habló bien de Karl Marx, y recuerdo el escrito que hizo cuando éste murió”. Y le dije: “Es cierto, pero tú no has tenido la oportunidad de leer el artículo completo que escribió Martí en el periódico La Nación y que apareció publicado el 13 de mayo de 1883. Lo que tú leíste en Cuba es este mismo artículo, pero mutilado porque el tirano nunca ha permitido publicar el artículo original, sino uno donde suprime lo que Martí expresó en su totalidad. Dicho esto le enseñé el artículo original publicado en varios libros donde Martí dijo:

“Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de poner de remedio sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestamiento de unos hombres en provecho de otros. Mas se ha de hallar salida a la indignación, de modo que la bestia cese, sin que se desborde y espante”.