viernes, 9 de julio de 2010

Así escribía y actuaba Martí

En el periódico "Patria" de New York, el 30 de abril de 1895, escribió Martí: "¿Quiere saberse cuál es el alma cubana...? Hay allá en un rincón de la Florida que en manos del Norte pasó de villorrio y en la de los cubanos, se ha hecho una ciudad, una anciana de buena casa y de lo más puro de Las Villas, que perdió en la guerra su gente y su hogar. Un ápice le queda de su holgura de otros días. Su cuarto pulcro revela aún, con sus paredes blancas y su vaso de flores, la vida cómoda de tiempo pasado. Por la mañanita fría, con los primeros artesanos, sale a las calles, arrebujada en su mantón, la anciana Carolina, camino de su taller y sube la escalinata de la entrada y se sienta hasta que oscurece, a la mesa de su trabajo. Y cuando cobra la semana la infeliz, porque poca labor pueden ya hacer manos de setenta años, pone en un sobre unos pesos para un cubano que está enfermo en Ceuta y otros en otro sobre, para el cubano que tiene en la cárcel de Cuba sin razón y en el otro sobre que le queda pone dos pesos más y se los manda al Club Cubanacán porque le parece cubano y muy bueno el Presidente de ese Club y porque ese, Cubanacán, es el nombre que llevó ella cuando la guerra. Con ojos de centinela y entrañas de madre vigila la cubana de setenta años por la libertad; adivina sus enemigos, sabe dónde están todos los cubanos que sufren, sale a trabajar para ellos, en la mañanita fría, arrebujada en manta de lana... ¡Esa es el alma de Cuba!

De Martí, el caballero, quedan grabados en mi mente tantos detalles de delicadeza y galantería con las “damas”, como decía él. Para él, la mujer era cosa superior. Siempre tan fino, y con alguna frase de elogio en los labios. Cuando se daba alguna reunión, en que se citaban las familias cubanas para celebrar algún santo o alguna otra ocasión, había música y un poco de baile, y Martí siempre sacaba a bailar a las señoras o señoritas menos atractivas y luego yo le preguntaba: “Martí, ¿por qué es que usted siempre saca a bailar a las más feas?” Y él me decía: “Hija mía, a las feas nadie les hace caso, y es deber de uno no dejarles sentir su fealdad.” Como éste, muchos otros detalles de su caballerosidad.

[...] Recuerdo también, cuando yo tenía siete años, un día que yo iba con Martí por el campo -pues estábamos de temporada en Bath Beach- y sentados los dos bajo un árbol, me picó una abeja en la frente y en el instante Martí la trituró con los dedos; de ese episodio resultó el “verso sencillo” que dice:
“Temblé una vez en la reja / A la entrada de la viña, / Cuando la bárbara abeja / Picó en la frente a mi niña.”

María Mantilla de Romero

1 comentario:

  1. Bella anecdota,como bello sus versos que inspiraron al apostol.Un abrazo,Delfin.Que gran trabajo"Cápsulas Martianas"

    ResponderEliminar