viernes, 9 de julio de 2010

Martí en Guatemala


La presencia de José Martí en los pueblos que visitó siempre se hizo notar positivamente. No era frecuente ver un orador tan genial que demostraba un extraordinario dominio de cualquier tema al que se refería. Causaba también asombro para cualquier auditorio ver a un extranjero expresarse con tanto conocimiento de un país al, cual nunca había visitado.

A continuación distintos aspectos y comentarios de la visita del apóstol a Guatemala en el año 1877.

“Aquí en Guatemala, le tuvimos por el año de 1877; vino, subió a la cátedra, y desde allí se puso a derramar luz; pero como esa luz venía de un apóstol de la libertad, no faltaron labios conservadores que trataran de satirizar al maestro ilustre, buscando un apodo en lo que precisamente constituía uno de los méritos de su elocuencia. Y lo bautizaron en su pila de malos nombres con el de Doctor Torrente.”

Rafael Spínola


“Ocupa la tribuna el joven cubano José Martí, que lleva la toga del foro español adquirida en el ostracismo. Bajo esa toga, desde que pronuncia las primeras palabras, se descubre una túnica ciceroniana. Su fisonomía es correcta y expresiva, su frente alta, su palabra fácil y armoniosa, y su actitud oratoria. Oigámosle. Se empeña en probar la influencia de la tribuna. Pero, ¿para qué tanto esfuerzo? ¿No basta verle en ella algunos momentos para convencerse, para sentir con él la veracidad de su tesis?


El orador deja su puesto en medio de estrepitosos aplausos, después de haber demostrado que conoce la historia y su filosofía; que posee erudición enciclopédica, y que sabe tocar con maestría los resortes de la elocuencia. Su palabra ya deslumbra como el relámpago entre las tempestades, ya imita el sonido de las olas que rugen o el grato murmullo del arroyo que se desliza tranquilo en un lecho de verdura esmaltado de pintorescas flores.”

El Progreso, Guatemala
3 de julio de 1877



“En uno de esos bailes de fantasía que se daba en la casa de García Granados, Martí conoció a María. El viajero cubano que acababa de llegar a la capital se presentó en la fiesta acompañado de los hermanos Izaguirre, don José María y don José Manuel, que a su vez lo iban de sus sobrinas Clemencia y Catalina. Esta última con su irreprochable perfil clásico, con su blancura alabastrina, con su porte severo altivo, iluminada por la estrella solitaria, representaba a Cuba. Martí al ver a María, que iba trajeada de egipcia tuvo un estremecimiento de extraña sorpresa; ella experimentó el placer que produce la cristalización de un sueño.

[...] Después de la noche del baile, los dos líderes de la libertad se trocaron en antagonistas del ajedrez. Casi todas las tardes ponían el uno frente al otro, los reyes, las torres, los caballos, los alfiles y los peones. Ambos eran consumados maestros en la dirección de las piezas. A Martí le habían dado ejecutorias de as, en México; [Miguel] García Granados era tenido como tal en Guatemala.”

Máximo Soto-Hall (1871-1944)
Escritor, poeta y diplomático guatemalteco

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