lunes, 12 de julio de 2010

Martí y su concepción de la sociedad


Roberto D. Agramonte (Q.E.P.D.), en su extraordinaria obra: Martí y su concepción de la sociedad, nos obsequia estas interesantes notas.

Reuniones religiosas y congresos

Prosigue Martí disertando acerca del valor de la sociabilidad en toda clase de reuniones -esta vez en los Estados Unidos, país de la libertad religiosa y de otras libertades. Así en Nueva York, durante el verano, las hay de diverso carácter: “Surgen las convenciones de filósofos y reverendos, los congresos a la sombra de los árboles, las juntas en aldehuelas pintorescas de asociaciones científicas y morales, las asambleas acá ordenadas y prudentes de los trabajadores vigilantes y desocupados, y esos populosos campamentos de oración, en que sesenta mil seres humanos doblan a veces, como los galos de Velleda ante los dólmenes, en medio de la selva carpada de cánticos, las pecadoras y trémulas rodillas”.

La sociabilidad en las comidas.
Comidas célebres.

El fino sociólogo que Martí era precisa el valor de la sociabilidad para las relaciones humanas, en esta forma: “Es buen uso que conserva la amistad, refina los caracteres, y da a los hombres ocasión de conocerse y estimarse, el uso de reunirse de vez en cuando, en torno a una mesa artísticamente servida, y más cargada de arte que de vinos, ya para conmemorar hechos gloriosos, ya para recordar gozos de la niñez, ya para tener ocasión, con un pretexto más o menos grave, para ponerse en periódico contacto. La inteligencia gana en esto, porque en esas comidas, donde se va más que a comer, a conversar, se estimulan los ingenios, que se encienden con la réplica cortés y chispeante; y se traban y aprietan cariños que nos hacen buena falta en tiempos en que andan los hombres tan esquivos y henchidos de rencor. Así ha solido verse que, sólo por haber sido frecuentes compañeros de mesa, un caudillo vencedor ha salvado la vida de otro en un conflicto sangriento y en horas de triunfo, en que nos hace falta la voz de un amigo sincero para sacarnos del malestar que produce una victoria estruendosa, recibimos una misiva del tierno compañero, que está lejos, y se regocija con nuestra gloria; o bien en horas de desmayo, cuando nuestros errores o los ajenos nos traen tristes, la voz consoladora del amigo viejo viene a darnos de nuevo gusto por la vida”.


Martí dará cuenta de las comidas que se han hecho famosas en París; tal las del folletinero Jules Claretie en el “Café Toyot”, y en este café también se ve a Sully Prudhomme. Y en el restaurante de “Notta”, donde comen los miembros de la prensa republicana. Y el ministro de Gambetta, Paul Bert, en “La Marmita”. Y en el “dinner Bixio” comen Sainte-Beuve, Claude Bernard, Merimée, el pintor Delacroix. En el “dinner Magny” del restaurant “B’ébant” Jorge Sand y Goncourt, que terminó La Faustin; y Flaubert; y Théophile Gautier que prologa a Baudelaire; y Paul de Saint-Victor, Fromentin y Turguenev, que escribe sobre la corte de Pedro el Grande; y Renán, que trabaja en su historia de los judíos.

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