lunes, 12 de julio de 2010

Martí en New York


En esta cápsula martiana reseñamos la impresión de nuestro apóstol al visitar New York. Como podrá observar el lector, Martí fue muy elocuente en esta narración.

“Nunca sentí sorpresa en ningún país del mundo que visité. Aquí quedé sorprendido. A mi llegada, en uno de estos días de verano, cuando las caras de los apresurados hombres de negocios eran a la vez fuentes y volcanes; cuando, maleta en mano, abierto el chaleco, la corbata deshecha, vi a los diligentes neoyorquinos corriendo de aquí para allá, ora comprando, ora vendiendo, sudando, trabajando, medrando; cuando noté que nadie permanecía estacionado en las esquinas, ninguna puerta se mantenía cerrada un momento, ningún hombre estaba quieto, me detuve, miré respetuosamente a este pueblo, y dije adiós para siempre a aquella perezosa vida y poética inutilidad de nuestros países europeos.

[...] Estoy hondamente reconocido en este país, donde los que carecen de amigos encuentran siempre uno, y los que buscan honestamente trabajo encuentran siempre una mano generosa. Una buena idea siempre halla aquí terreno propicio, benigno, agradecido. Hay que ser inteligente; eso es todo. Dése algo útil y se tendrá todo lo que se quiera. Las puertas están cerradas para los torpes y perezosos; la vida está asegurada para los fieles a la ley del trabajo.

[...] ¿Qué más puedo decir a la primera mirada? Guardo todas mis impresiones vívidamente despiertas. El tropel de Broadway; la quietud de las tardes; el carácter de los hombres; el más curioso y digno de nota de las mujeres; la vida del hotel, que nunca será comprendida por nosotros; aquella joven soñadora, más fuerte física y mentalmente que el hombre joven que la corteja; aquel anciano caballero, lleno de prudencia y capacidad que escribe en un sobrio lenguaje para un ciento de periódicos; esta vida enfebrecida; este asombroso movimiento; este espléndido pueblo enfermo, de un lado maravillosamente extendido, del otro, -el de los placeres intelectuales- pueril y pobre; este colosal gigante candoroso y crédulo; estas mujeres, demasiado ricamente vestidas para ser felices; estos hombres, demasiado entregados a los asuntos del bolsillo, con notable dejación de los asuntos espirituales...

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